El reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) advierte sobre los desafíos que enfrentan las economías sudamericanas en un contexto de desaceleración global y presiones estructurales. Sin embargo, el Gobierno boliviano proyecta un crecimiento del 3,51% del PIB nacional, por encima del promedio esperado para la región. ¿Qué tan viable es esta meta frente al panorama regional descrito por el organismo internacional?
La Cepal señala que el crecimiento de América Latina y el Caribe se mantuvo bajo en 2024 y seguirá así en 2025, con tasas del 2,2% y 2,4% respectivamente. “La región se encuentra atrapada en una dinámica de baja capacidad para crecer”, subraya el informe. Este estancamiento es reflejo de un debilitamiento del consumo interno, la inversión y la falta de diversificación económica, especialmente en Sudamérica.
Bolivia no está aislada de estas tendencias. La Cepal resalta que la desaceleración es particularmente marcada en países sudamericanos dependientes de exportaciones de materias primas, como el gas natural, uno de los pilares de la economía boliviana. Sin embargo, el Gobierno de Luis Arce confía en que la industrialización y el impulso a sectores clave como la educación y la salud sostendrán un crecimiento superior al promedio regional.
¿Proyecciones realistas?
El PGE 2025 de Bolivia anticipa un crecimiento del 3,51%, un nivel significativamente mayor que el promedio regional proyectado por la Cepal. Además, se contempla una inflación del 7,5%, que contrasta con la tendencia a la baja en el resto de Sudamérica, donde el organismo espera que la inflación regional alcance un 3,4% en 2024.
Esta divergencia plantea interrogantes que saltan a la vista. Según la Cepal, la inflación a nivel regional ha disminuido debido a la caída de los precios internacionales de alimentos y energía, así como a políticas monetarias restrictivas. En contraste, Bolivia mantiene un enfoque expansivo con subsidios a los combustibles, que representan un elevado gasto de $us 56 millones cada semana. Estas políticas, aunque aceptadas por la ciudadanía, presionan las finanzas públicas y dificultan el control inflacionario.
PIB y déficit fiscal
Otro punto crítico señalado por la Cepal es la presión fiscal que enfrentan los países de la región. En Bolivia, el déficit del sector público no financiero se estima en un -9,2% del PIB para 2025, uno de los más altos en Sudamérica. Según el informe, el endeudamiento público sigue siendo un problema estructural para muchos países, afectando su capacidad de inversión a largo plazo.
“El espacio de políticas macroeconómicas sigue restringido en la región, debido a los elevados niveles de deuda pública y las presiones en los pagos de intereses”, advierte la Cepal. En este contexto, Bolivia debe equilibrar su apuesta por la industrialización con la necesidad de mantener la sostenibilidad fiscal.
2025 es un año relevante para Bolivia, no sólo porque el país celebrará los doscientos años de su fundación, sino porque deben darse unas muy anticipadas elecciones presidenciales.
Industrialización y PIB
El Gobierno boliviano ha identificado la industrialización como el eje central de su estrategia económica para 2025. Según el PGE, se priorizará la construcción y fortalecimiento de plantas industriales destinadas a transformar materias primas en productos con mayor valor agregado. Este enfoque busca reducir la dependencia de importaciones y generar empleos de calidad.
Sin embargo, la Cepal advierte que la industria manufacturera en Sudamérica enfrenta una desaceleración persistente. En su informe, destaca que la actividad industrial se ha visto afectada por la moderación de la demanda interna y los altos costos de financiamiento. Bolivia deberá sortear estas dificultades para que su estrategia de industrialización rinda frutos.
Empleo y desigualdad
El informe de la Cepal también resalta que, a pesar de las mejoras en algunos indicadores laborales, como la reducción de la informalidad, el empleo formal en Sudamérica sigue creciendo a un ritmo lento. En Bolivia, las políticas de industrialización podrían contribuir a mitigar este problema, siempre que logren generar empleo formal y reducir las brechas de género y salariales.
“El crecimiento del empleo en 2024 fue del 1,7%, el menor registrado en el período posterior a la pandemia de COVID-19”, señala la Cepal. En este contexto, las expectativas de Bolivia de lograr una mejora significativa en su mercado laboral dependerán de la eficacia con que implemente su plan económico.
Entre el optimismo y la cautela
Mientras el Gobierno boliviano proyecta un 2025 de crecimiento en el PIB, la Cepal sugiere que la región necesita un enfoque más estructural para superar sus limitaciones económicas. “Se requieren políticas complementarias y coherentes que dinamicen el crecimiento a largo plazo”, enfatiza el informe.
En última instancia, Bolivia se enfrenta a un dilema. Por un lado, su enfoque en subsidios e industrialización busca proteger la economía local y generar empleo. Por otro, las señales de advertencia de la Cepal sobre el alto déficit fiscal y el estancamiento regional plantean dudas sobre la sostenibilidad de estas políticas.
Para 2025, el éxito de Bolivia dependerá de su capacidad para equilibrar ambición y realismo, sorteando las presiones fiscales y aprovechando sus recursos estratégicos. Mientras tanto, el contraste entre las proyecciones gubernamentales y el análisis de la Cepal resalta la necesidad de equilibrar expectativas y realidades. Bolivia busca desafiar las tendencias, pero, en un entorno regional de incertidumbre, el camino no estará exento de obstáculos.